I. (Lacan) Soy en el lugar desde donde se vocifera que "el universo es un defecto en la pureza del No Ser".
Y esto no sin razón, pues de conservarse, ese lugar hace languidecer al Ser mismo. Se llama el Goce, y es aquello cuya falta haría vano el universo.
¿Está pues a mi cargo? - Sin duda que sí. Ese goce cuya falta hace inconsistente al Otro, ¿es pues el mío? la experiencia prueba que ordinariamente me está prohibido, y esto no únicamente, como lo creerían los imbéciles, por un mal arreglo de la sociedad, sino, diría yo, por la culpa del Otro si existiese: como el Otro no existe, no me queda más remedio que tomar la culpa sobre Yo [Je], es decir creer en aquello a lo que la experiencia nos arrastra a todos, y a Freud el primero: al pecado original. Pues incluso si no tuviésemos la confesión de Freud tan expresa como desolada, quedaría el hecho de que el mito, el último que ha nacido en la historia, que debemos a su pluma, no puede servir a nada más que el de la manzana maldita, con la salvedad, que no se inscribe en su activo de mito, deque, más sucinto, es sensiblemente menos cretinizante.
II. (Marzoa) El griego nombra la verdad con una palabra de negación o rechazo referida el "permanecer oculto", o sea: nombra en realidad el permanecer-oculto, sólo que, como corresponde, lo nombra en el rechazo. La verdad es ruptura, desgarro, la presencia consiste en una brecha.
Ser no tiene lugar de otro modo que como arrancar(se) al no-ser.
Lo que la diosa dice del ser: apartar del ser todas las determinaciones de lo ente y todo no-ser.
El ser en cuanto ser de las cosas es la insistencia de éstas en sí mismas y el oscureciminto del ser mismo, de la "claridad". Heráclito: "extinguiéndose el fuego se organiza todo" la extinción del fuego es la "solidificación", la organización de las cosas.
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