Veamos algunas consideraciones sobre Freud y Nietzsche:
Ambos autores, a pesar de las diferencias, suponen un mismo topos teórico. De un lado, la propuesta genealógica nietzscheana, donde el cuerpo es presentado como un campo en el que se libra una batalla entre multitud de fuerzas o instintos. Y de otro, el psicoanálisis freudiano, en donde la pulsión desempeña un papel fundamental en la reflexión teórica.
Veamos estas propuestas de manera más detallada.
1. Para Nietzsche la filosofía de los valores es la única vía posible para hacer filosofía. Para ello elabora la genealogía que quiere decir valor del origen y origen de los valores. Esta nueva forma de interpretación está en relación con el concepto de sentido. Según él, nunca encontraremos el sentido de algo si no sabemos cual es la fuerza o instinto que se apropia de la cosa. La historia de una cosa (fenómeno humano, biológico o físico) es la sucesión de fuerzas que se apoderan de ella y que luchan por conseguirla. El sentido es siempre plural, con lo cual la historia se convierte en la historia de la sucesión de interpretaciones dominantes, esto es, de las fuerzas que definen en cada momento los aspectos de las cosas.
La voluntad humana se aborda a través de fuerzas o instintos. La conciencia humana (el ‘yo pienso’) sería el síntoma de unas fuerzas, la región del Yo afectada por el mundo exterior, como pensaba Freud. La conciencia no es conciencia de sí mismo, sino la conciencia de un “yo” en relación a “ello” (al yo de otro). Esto hace que la conciencia deba interpretarse a su vez como un efecto de superficie, y no como el principio constituyente de lo real. Así pues, lo que define a un cuerpo es la relación entre fuerzas dominantes y fuerzas dominadas. En un cuerpo las fuerzas dominantes se llaman activas y las fuerzas dominadas reactivas.
Es importante señalar el término de voluntad de poder ya que éste es el elemento diferencial de la fuerza. Las características de la ‘voluntad de poder’ son lo afirmativo y lo negativo. La acción y la reacción son más bien medios de la ‘voluntad de poder’ que afirma y que niega. La voluntad de poder es la que valora e interpreta, lo que determina la fuerza que le da un sentido a la cosa.
La fuerza activa afirma su diferencia, hace de la diferencia su objeto, mientras que la reactiva incluso cuando obedece limita a la fuerza activa, su característica es la de negar la diferencia que la constituye. Cuando las fuerzas reactivas triunfan ayudadas por circunstancias externas o internas, hacen que la fuerza activa se las una y la convierten en reactiva, negando su diferencia. Las figuras del triunfo reactivo en el mundo humano son: el resentimiento, la mala conciencia y el ideal ascético. En lo humano siempre triunfa lo reactivo, es éste su devenir y a su vez esta condición del hombre determina el eterno retorno de lo reactivo.
En un principio, para Freud, la pulsión se presenta como un representante de lo psíquico en lo somático, cómo una excitación, algo que se refleja muy bien en “Un proyecto de psicología para neurólogos”. Aquí desarrolla una concepción físico-orgánica explicando las dos funciones principales del sistema nervioso: el principio de inercia y el principio de constancia. Esta excitación proveniente de lo somático, será integrada dentro del término pulsión en “Los tres ensayos de teoría sexual”. Aquí parecería que lo psíquico de la excitación debe pasar por una mediación del orden de lo representacional. La demostración del término se centra en las patologías relacionadas con el objeto y la meta de la pulsión sexual en la perversión y en la neurosis. Todo esto Freud, lo desarrolló a través del concepto de pulsiones parciales. Estas se localizan en un espacio somático y por tanto son finitas, al contrario que los instintos en Nietzsche, que se presentan como una infinitud. Lo que limita a las pulsiones parciales son las zonas erógenas, posteriormente estas pulsiones parciales van a quedar reunidas en la líbido. La pulsión se presenta como un concepto límite entre lo psíquico y lo somático. Posteriormente Freud, señala una división entre las pulsiones: las pulsiones del Yo o autoconservación y las pulsiones sexuales. Estas últimas se satisfacen a través de un apuntalamiento sobre las pulsiones de autoconservación. Con el concepto de narcisismo se rompe esta dualidad y el principio de autoconservación es abordado por una nueva división: pulsiones de vida y de muerte.
Es necesario señalar el término de líbido como concepto clave del de pulsión. Todas las transformaciones de la líbido dan cuenta de lo psíquico, es su etiología y a través de ella todo se define, incluso la pulsión que surge de ella misma.
De la misma manera se encuentra el concepto de ‘voluntad de poder’ en Nietzsche. La vida es un cúmulo de fuerzas activas y reactivas que están contenidas en la voluntad de poder. La vida es por tanto voluntad de poder. Líbido y voluntad de poder serían el hilo conductor e interpretativo de las dos teorías.
2. La dualidad entre inconsciente y conciencia es otro elemento esencial a señalar. Para Nietzsche, el inconsciente o “sí mismo”, no aparece en calidad de principio primordial, sino que está de manera omnipresente cada vez que aparece el instinto. En Freud el inconsciente se vuelve una tópica de carácter estructurado que designa unos procesos psíquicos específicos y unas relaciones conflictivas. Este último, surge de la represión, ya que está formado por contenidos psíquicos que no pudieron tener acceso al sistema pre-consciente. Por tanto, la represión sirve para designar el proceso inconsciente, mientras que en Nietzsche es el régimen reactivo del instinto que se caracteriza por un proceso análogo a la represión: la patología del instinto, de la que la moralidad es el más claro ejemplo. En Freud este contenido reactivo del inconsciente que ha sido reprimido trata de volver, lo que trata de volver son las representaciones inconscientes, representantes de la pulsión en lo psíquico. Para Nietzsche las representaciones son elementos característicos de la conciencia, el inconsciente trasciende toda representatividad, es la voluntad de poder, que debe absorber al propio yo, mientras que en Freud el inconsciente es un concepto, ya no solo descriptivo sino también explicativo.
3. Para Nietzsche la enfermedad estaría definida en términos de un discurso de valores, mientras que en Freud tomaría una función explicativa. Dos visiones que lejos de ser heterogéneas resultarían bastante parecidas si las tomamos en términos de valor e interpretación.
En Nietzsche existen dos sistemas del aparato reactivo: la conciencia y el inconsciente. El consciente reactivo se define por huellas mnémicas duraderas. Las fuerzas externas se imprimen sobre la conciencia y estas las recibe pasivamente y a esto se denomina carácter reactivo de la conciencia, la preeminencia de la huella mnémica.
Para que se de esta adaptación a lo que viene del mundo exterior, se necesita de otro grupo de fuerzas, es decir, llegan las fuerzas externas, hay un sistema de conciencia que pasivamente las recibe y las transforma en huellas mnémicas, pero hay otro sistema que reacciona frente al estímulo que llega (la parte noble de la conciencia), dejando a las fuerzas reactivas de las huellas mnémicas fuera de los sentidos, en el inconsciente. Responde frente a lo que se trata de imponer y al reaccionar se puebla de fuerzas activas, porque siempre la reacción a lo que llega tiene una acción, implica de unas fuerzas activas sino seriamos simples receptores. Esta facultad activa sería la del olvido, que permite que no se fije, que hallan cosas nuevas.
¿Qué pasaría sino hubiera olvido? La excitación pasaría a confundirse con la huella mnémica en el inconsciente y esta relación invadiría la conciencia. Las fuerzas reactivas toman la conciencia, que deja de ser activada, para ejercer sus funciones. De esta manera se produciría la enfermedad, el resentimiento, que repite porque está fijado a una huella mnémica. Por tanto, no hay olvido, sólo hay memoria. A esto lo denomina enfermedad.
Paralelamente, cuando Freud va a estudiar la etiología de la histeria a través del método de la abreacción se encuentra con algo similar. Lo que hace que un acontecimiento se vuelva patológico dependería del proceso mismo de la abreacción, a través del cual el sujeto descarga el afecto vinculado a la representación. Cuando esta reacción se vería obstaculizada se da lo patógeno.
La conciencia moral en Nietzsche, sería la prolongación del resentimiento. Si hemos dicho que el resentimiento venía producido por privar a la fuerza activa de su función, entonces ¿en qué se convierte esa fuerza activa? Esta fuerza activa se vuelve contra sí misma, se interioriza y es de este modo que la fuerza activa se convierte en reactiva y este sería el origen de la mala conciencia que produciría a su vez dolor. Un proceso parecido se encontraría en Freud cuando define los destinos de la pulsión: “el de la orientación a la propia persona” proceso por el cual la pulsión abandona el objeto exterior para dirigirse contra el propio cuerpo, erigido como objeto y el otro destino de pulsión sería el de “transformación en lo contrario” que designa el proceso por el cual el fin de la pulsión se transforma en su contrario, pasando de la actividad a la pasividad, como por ejemplo en el sadomasoquismo. Aquí se podría hallar el paralelismo como una característica sadomasoquista de la conciencia moral.
La culpa o culpabilidad también es un concepto central que aparece en ambos autores y que gira entorno al de “deuda”. La culpa en Nietzsche tendría una connotación de carácter jurídico, de deber, de ley que pondría de manifiesto las antiguas relaciones de acreedor y deudor. Como vimos anteriormente la mala conciencia provocaba dolor, ese dolor a su vez, es la consecuencia de una falta, de un pecado. El dolor se fabrica porque se ha pecado, y solo hay posibilidad de salvarse del pecado mediante el dolor. La cultura hace del dolor un medio de cambio, un equivalente exacto del olvido, de una pena causada. La cultura en este medio se llama justicia, castigo. La pena causada sería equivalente al dolor sufrido, esto sería el castigo que determinaría las relaciones entre los hombres, entre el acreedor y el deudor. La justicia hace al hombre responsable de una deuda, y esta sería la forma de adiestramiento de la cultura. Freud por su parte desarrolló el tema de la deuda neurótica. La deuda con la cultura se plasma en el deseo de la muerte del padre, que persiste tanto como el ser del deudor, con su existencia (Véase Tótem y Tabú). Vemos como en ambos casos la deuda se convierte en algo impagable.
El nihilismo en Nietzsche significa que la vida toma un valor de nada, se la desprecia. La idea de otro mundo suprasensible (Dios, la esencia, el bien, lo verdadero), la idea de valores superiores a la vida, es negarla. El nihilismo no solo es negación sino reacción contra esos valores superiores, un mundo sin valores, amar a la vida, pero a una vida debil y enferma (eso es la piedad). El nihilismo reactivo es sustituido finalmente por el pasivo: el hombre reactivo ocupa el lugar de Dios, el hombre moral, verídico y social. Estos son los nuevos valores propuestos en lugar de Dios. La piedad en Freud sería la contracarga consciente de fuerza igual pero de dirección contraría a la carga inconsciente agresiva: el super-yo. Para Freud al contrario que para Nietzsche la moralidad no es un problema como tal, ésta se une a la religión como medio de defensa de la humanidad para ajustar sus pulsiones y reducirlas a la razón. Aun así, existe relación entre neurosis y moralidad, ya que daría la impresión de que Nietzsche estuviera teorizando como moralidad a la neurosis y al mismo tiempo Freud definiera el conflicto neurótico como de moralidad.
Tanto para Freud como para Nietzsche la civilización es una enfermedad ya que esta surge como obstáculo de la satisfacción de los instintos. El malestar de la cultura es un malestar del individuo, de la pulsión frente a la civilización: el ser humano cae en la neurosis porque no soporta la frustración que le impone la sociedad. El éxito de la civilización radica en la sublimación de las pulsiones, en el emplazamiento del fin sexual, por otro fin, medio a través del cual el individuo concilia la exigencia pulsional y racional. Para Nietzsche no es necesario ese mecanismo para pasar de un plano a otro, ya que el ideal cultural no está dado como tal, es un disfraz tras el cual actúa el instinto, la voluntad de poder.
¿Qué cura existe para esta cultura?
En Nietzsche el hombre mismo es la enfermedad, la moralidad y su forma histórica, el nihilismo. El remedio es el superhombre, algo más allá de la enfermedad y la moralidad. El superhombre es la encarnación de la voluntad de poder, el que soporta la verdad del eterno retorno. El superhombre sería para Freud el “ideal del yo”, una prolongación del narcisismo primario, la niñez, que escapa a la culpabilidad. En Freud el remedio, sería el super-yo (reconocimiento de la ley), la introyección del padre, la imposición de la culpabilidad.
Ambos autores se caracterizan por descubrir un nuevo campo, que no hallaba cabida en el espacio institucional de su época. La genealogía consiste en hacer ver el pasado en el presente, para revelar el engaño del presente, el psicoanálisis tiende a reunir el pasado perdido con el presente, volviendo a construir el presente a partir del verdadero pasado. Por tanto para Nietzsche lo que constituye el problema es el presente, mientras que en el caso de Freud, es el pasado. El genealogista plantea un origen desubstancializado, incomprobable, mientras que el psicoanálisis, una escena originaria, aunque esto último no sería lo importante, ya que esa escena primordial se podría ver también como un momento mítico.
Ambos llevan a cabo una revolución copernicana o herida narcisista, que consiste, en un descentramiento del hombre, de la pérdida del origen y el desconocimiento de ese origen: nihilismo y neurosis ambos concebidos como enfermedad.
(Trabajo final de la asignatura de contexto histórico y filosófico del psicoanálisis)
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