Safo (fresco pompeyano) |
1. Agamben (283), 2 Marzoa (285), 3 Ricoeur (261), 4 Ferlosio I, 5 Aubenque (55), 6 Gadamer (139), Ferlosio II (315-318) (Las páginas son del libro "La regla del juego")
1.Agamben:
El último verso de un poema no es un verso. El verso se define por el encabalgamiento que consiste en la no coincidencia de los valores prosódicos de las palabras o las frases con sus valores semánticos (un verso tiene que terminar en un determinado punto, por razones métricas -de ritmo y/o rima- pero allí el verso está completo el significado del poema o de la estrofa no lo está, y hay que seguir leyendo el siguiente verso para completarlo, y así hasta el finalo). En el último verso coinciden lo semántico y lo prosódico.
2. Marzoa:
"lo que acontece a todo lo largo del proceder dialógico mismo, es que ... justamente en el continuado experimentar el interno fracaso de cada determinación positiva, la esencial ambivalencia de cada pauta o norma, justamente en eso y en ninguna otra parte hay "saber qué"... en el hacer perecer esta y aquella y la otra hupóthesis, en el presenciar el hundimiento de este y aquel y el otro intento de determinación positiva del eidos..., en ese continuado refutar y solo en él..., sólo ese continuado escabullirse la determinación contituye la comparecencia de aquellos eíde que son contitutivos implícitos de todo eidos"
3. Ricoeur:
En Aristóteles: dimensión episódica o narrativa y dimensión configurativa o narratológica.
Sucesión de peripecias de toda historia (dimensión episódica), y aspecto de totalidad con un sentido único (dimensión configurativa) que obliga al lector a recapitular en cada capítulo y a anticipar el final en cada evento significativo.Ser capaces de obtener una configuración a partir de una sucesión.Todo relato puede concebirse como el enfrentamiento entre su dimensión episódica y su dimensión configurativa, entre la secuencia y la figura. (Esto explica bastante bien el punto anterior de Marzoa).
4. Ferlosio:
La operación metáforica sería aquella que conecta esferas que en principio se presentan como separadas, esto es, se exporta una palabra desde un terreno propio hacia otro contexto ajeno, dando lugar a un estado de excepción, en comparación con la "normalidad" que vendría definida en cambio por el mantenimiento de las palabras en su esfera semántica o contexto apropiado. La definición de la metáfora partiría por tanto de la distinción entre sentido propio y sentido figurado.
La metáfora sería pues una interrupción de la normalidad linguística que no la neutraliza del todo, ya que la operación metafórica se propduce en contraste con el sentido previo de normalidad que dicha figura necesita conservar para destacar contra él. La metáfora se presenta de esta forma como innovadora y conservadora.
La metáfora presupone por tanto una mudanza o una traslación que se basa en el presupuesto previo o en la base de la distinción del sentido propio y el sentido figurado, es decir, en aceptar la distribución del léxico en campos semánticos o contextos usuales. Así pues, sólo se pueden hacer metáforas cuando las palabras pertenecen cada una a un contexto (cuando cada palabra tiene su casa), de la misma manera que sólo se pueden dar estados de excepción (metáforas) allí dónde la ley mantiene su vigencia. Esta reconoce la autoridad que le otorga permiso para trasgredirla.
Según Ferlosio la distribución del léxico en esferas privadas es un fenómeno de hecho extraño a las leyes inmanentes que rigen la necesidad interna de la lengua y por tanto la especialización semántica del léxico y su adhesión a contextos propios es un fenómeno empírico, secundario y derivado y hasta cierto punto ajeno a la lengua. De lo que se sigue también el caracter secundario y derivado de las nociones de sentido propio y figurado y por tanto de la noción misma de "normalidad lingüística que vendría precisamente a aislar las palabras en compartimentos estancos.
A diferencia de la metáfora, Ferlosio nos pone un ejemplo de trasposición infantil (una niña de cinco años que llama afluente a una calle y no a un rio) como ejemplo no metáforico porque: en primer lugar dicha trasposición se produce sin un reconocimiento previo de la normalidad linguística vigente y en segundo lugar porque se trata de un movimiento propio de la lengua, hecho por la lengua misma, es decir, no hay una intención deliberada sino más bien un impersonal producto de la lengua. La fuerza interna de la lengua, eludiría la distribución especializada o las leyes de la propiedad privada de una palabra, algo que podríamos denominar trascendental, la libertad trascendental del lenguaje vivo, que no espera a que la autoridad le de permiso a transgredir porque no reconoce determinación ni restricción previa.
Esta trasposición infantil lo que vendría a poner de manifiesto es la extracción del lenguaje de una figura ideal, puramente conceptual y autónoma con respecto a las especializaciones semánticas u a los contextos y por tanto previa a lo anormal y normal de la lengua. Por el contrario la metáfora necesita respetar una normalidad para interrumpirla, es decir, para constituirse ella misma como excepción a la regla.
La singularidad que el concepto realiza es la construir una diferencia que no depende de la distinción entre propio e impropio, ni deriva de la distribución de los entes en especies o del léxico en esferas, sino que se trata de un un núcleo diferencial, que frecuenta todos los domicilios sin reconocer ninguno propio (propiedad pública).
Ahora bien, la metáfora cuando es innovadora (viva) es un reflejo de ese brillo interior del concepto en la superfiecie externa del lenguaje, el reflejo de lo trascendental en lo empírico o de lo nouménico en lo fenoménico. En efecto, sólo la metáfora puede conectar campos incomunicados y por tanto realizar la semejanza porque previamente el concepto se ha encargado de hacer la diferencia. La metáfora se presenta como la ratio cognoscendi del concepto (lo que nos hace comprender que hay conceptos), mientras que el concepto es la ratio essendi de la metáfora, su condición de posibilidad.
Así pues lo que Platón denomina como Ideas sería precisamente la libertad trascendental de la lengua, capaz de captar la diferencia del concepto fuera de su cerco privado y no precisamente la abstracción de lo particular y especializado a lo general). Los conceptos o Ideas hacen las veces de síntesis a priori o síntesis puras que abren el campo de lo virtual, mientras que las metáforas se construyen en el a posteriori, basandose en contextos determinados, como síntesis empíricas y sólo nos pueden llevar al campo de lo actual.
La operación metáforica sería aquella que conecta esferas que en principio se presentan como separadas, esto es, se exporta una palabra desde un terreno propio hacia otro contexto ajeno, dando lugar a un estado de excepción, en comparación con la "normalidad" que vendría definida en cambio por el mantenimiento de las palabras en su esfera semántica o contexto apropiado. La definición de la metáfora partiría por tanto de la distinción entre sentido propio y sentido figurado.
La metáfora sería pues una interrupción de la normalidad linguística que no la neutraliza del todo, ya que la operación metafórica se propduce en contraste con el sentido previo de normalidad que dicha figura necesita conservar para destacar contra él. La metáfora se presenta de esta forma como innovadora y conservadora.
La metáfora presupone por tanto una mudanza o una traslación que se basa en el presupuesto previo o en la base de la distinción del sentido propio y el sentido figurado, es decir, en aceptar la distribución del léxico en campos semánticos o contextos usuales. Así pues, sólo se pueden hacer metáforas cuando las palabras pertenecen cada una a un contexto (cuando cada palabra tiene su casa), de la misma manera que sólo se pueden dar estados de excepción (metáforas) allí dónde la ley mantiene su vigencia. Esta reconoce la autoridad que le otorga permiso para trasgredirla.
Según Ferlosio la distribución del léxico en esferas privadas es un fenómeno de hecho extraño a las leyes inmanentes que rigen la necesidad interna de la lengua y por tanto la especialización semántica del léxico y su adhesión a contextos propios es un fenómeno empírico, secundario y derivado y hasta cierto punto ajeno a la lengua. De lo que se sigue también el caracter secundario y derivado de las nociones de sentido propio y figurado y por tanto de la noción misma de "normalidad lingüística que vendría precisamente a aislar las palabras en compartimentos estancos.
A diferencia de la metáfora, Ferlosio nos pone un ejemplo de trasposición infantil (una niña de cinco años que llama afluente a una calle y no a un rio) como ejemplo no metáforico porque: en primer lugar dicha trasposición se produce sin un reconocimiento previo de la normalidad linguística vigente y en segundo lugar porque se trata de un movimiento propio de la lengua, hecho por la lengua misma, es decir, no hay una intención deliberada sino más bien un impersonal producto de la lengua. La fuerza interna de la lengua, eludiría la distribución especializada o las leyes de la propiedad privada de una palabra, algo que podríamos denominar trascendental, la libertad trascendental del lenguaje vivo, que no espera a que la autoridad le de permiso a transgredir porque no reconoce determinación ni restricción previa.
Esta trasposición infantil lo que vendría a poner de manifiesto es la extracción del lenguaje de una figura ideal, puramente conceptual y autónoma con respecto a las especializaciones semánticas u a los contextos y por tanto previa a lo anormal y normal de la lengua. Por el contrario la metáfora necesita respetar una normalidad para interrumpirla, es decir, para constituirse ella misma como excepción a la regla.
La singularidad que el concepto realiza es la construir una diferencia que no depende de la distinción entre propio e impropio, ni deriva de la distribución de los entes en especies o del léxico en esferas, sino que se trata de un un núcleo diferencial, que frecuenta todos los domicilios sin reconocer ninguno propio (propiedad pública).
Ahora bien, la metáfora cuando es innovadora (viva) es un reflejo de ese brillo interior del concepto en la superfiecie externa del lenguaje, el reflejo de lo trascendental en lo empírico o de lo nouménico en lo fenoménico. En efecto, sólo la metáfora puede conectar campos incomunicados y por tanto realizar la semejanza porque previamente el concepto se ha encargado de hacer la diferencia. La metáfora se presenta como la ratio cognoscendi del concepto (lo que nos hace comprender que hay conceptos), mientras que el concepto es la ratio essendi de la metáfora, su condición de posibilidad.
Así pues lo que Platón denomina como Ideas sería precisamente la libertad trascendental de la lengua, capaz de captar la diferencia del concepto fuera de su cerco privado y no precisamente la abstracción de lo particular y especializado a lo general). Los conceptos o Ideas hacen las veces de síntesis a priori o síntesis puras que abren el campo de lo virtual, mientras que las metáforas se construyen en el a posteriori, basandose en contextos determinados, como síntesis empíricas y sólo nos pueden llevar al campo de lo actual.
5. Aubenque:
El verdadero diálogo es para Aristóteles aquel que progresa pero que no concluye; pues sólo la inconclusión garantiza al diálogo su permanencia. La verdadera dialéctica es la que no desemboca en ninguna esencia, en ninguna naturaleza, y que, sin embargo, es lo bastante fuerte para encarar los contrarios sin el auxilio de la esencia... que el diálogo renazaca siempre pese a su fracaso... que el fracaso del diálogo sea el motor secreto de su supervivencia, que los hombres puedan seguir entendiéndose cuando no hablan de nada, que las palabras conserven aún un sentido, incluso problemático, más allá de toda esencia, y que la vacuidad del discurso, lejos de ser un factor de impotencia, se transmute en una invitación a la búsqueda indefinida.
6. Gadamer:
Una conversación que quiera llegar a explicar una cosa tiene que empezar por quebrantar esa cosa a través de una pregunta... El que surja una pregunta sukpone siempre introducir una cierta ruptura en el ser de lo preguntado.
7. Ferlosio II:
Tesis de Ferlosio sobre el llanto y el dolor. La ficción conserva lo esencial de la emoción. El llanto no procede de la inmediata percepción del daño, sino de su representación... solo porque podemos representar el daño podemos llorar por él... solo porque hay juego II o sea lógos, podemos escuchar la phoné o sea juego I. Este aspecto es importante para la cuestión de los dos tipos de imagen-instinto de muerte (dicha y desdicha) y no olvidar el juego de palabras de imagen "dicha" de decir.(316) El signo no extingue el dolor... pero procura una distancia que permite darle figura al presentarlo como un dolor que ya ha dolido a otros (318). La palabra es la condición de posibiliad de la emoción. La distinción aristotélica entre lógos y phoné no es la distinción entre los hombres y los animales. Es la distinticón de una phoné, de una voz o de una animalidad especificamente humanas, una voz que sólo puede tener lugar en los bordes -pero en los bordes internos- de la palabra.Ese extraño lugar de donde creemos venir y al que creemos ir habita en el propio lenguaje y se llama ficción. No está más allá de las palabras, sino que constituye su núcleo más interno. Todo este párrafo nos sirve para el tema de la interpretación como canturreo y el sinthome-ficción respecto a lo real.(318)
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