Tal y como señalábamos en la entrada anterior: "Podemos ubicar el pensamiento del psicoanalista francés Jacques Lacan bajo dos aspectos radicalmente diferenciados. El primer aspecto sitúa a Lacan bajo una lógica de la metafísica al modo griego-heideggeriano, el segundo aspecto bajo una lógica nietzschano-deleuziana." Así pues, en lo que sigue se pretende explicar esta ruptura que dentro del ámbito psicoanalítico se sigue pensando como una continuidad.
El falo: ¿el gran invento del psicoanálisis?
Podríamos decir que la primeraenseñanza de Lacan " se guia por la diferencia onto-ontológica (el falo, la falta). Para los griegos (nos lo enseñó Heidegger) el ser es nada y hay que conservar esa distancia con la nada para no cometer hybris. Pero tampoco hay que olvidar el Ser. Que se manifieste el Ser (ontológico) en el ente (óntico). El resultado es el brillo, la verdad (el falo, la falta del Otro o deseo del Otro)"
Lo común en esta enseñanza es el Falo, aquello que nos sostiene. Ahora bien, el falo siempre lleva aparejado la Falta, concepto que aquí hacemos equivalente al de pérdida o distancia. Explicaremos brevemente esta dinámica:
El Otro con mayúsculas alude a la dimensión significante, a la hegemonía del significante, en dónde lo que habla es el inconsciente, a saber, “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”. El Otro como estructura lingüística es el que va a dar lugar a la realidad psíquica del sujeto, esto es, a su fantasma y a la puesta en marcha de su deseo; el sujeto efecto del significante, en dónde si “eso habla”, algo quiere, algo desea y el sujeto es interrogado y escindido, respondiendo con una estructura fantasmática, que proporciona la cobertura imaginaria a lo real. El sujeto del conocimiento es sustituido por Lacan por el sujeto del inconsciente, en dónde el inconsciente toma el lugar del Otro y el término de saber remite más bien a un saber no sabido o inconsciente compuesto por los significantes. Así pues, para experimentar la realidad (el fantasma), existe la condición trascendental y a priori del Otro, en la estructura misma del inconsciente, es decir, que el Otro es el modo de conocimiento (de saber no sabido) de la realidad.
Dicho modo de saber de la realidad se configura en ese lenguaje-deseo que escinde al sujeto, lo hace un sujeto en falta, un sujeto del lenguaje y por extensión un sujeto deseante. La falta, es por tanto la constitución misma del sujeto en tanto sujeto de deseo que nos remite a la famosa pregunta de “¿che vuoi?”, qué quiere el Otro de mi, qué quiere el lenguaje, en dónde el sujeto va a ser velado por un significante, la falta que es el sujeto va a ser tapada con un significante del Otro.
Esta concepción del sujeto en falta que Lacan recoge de Heidegger (falta en ser) pone en juego el concepto de castración, que algo falte (castración) o pueda faltar (amenaza de castración) en el cuerpo, es la condición principal para que se produzca el deseo. La falta introduce una relación problemática, no sólo en sí misma sino también con otros dos términos, el del falo y la castración[1]; padecer la castración es padecer del falo, algo que se puede traducir en estas dos frases: “No lo tengo y lo quiero” o “lo tengo y temo perderlo” en dónde el falo, concepto simbólico, representa el poder. El fantasma neurótico se va a estructurar entorno estos dos conceptos de castración y falo. Ahora bien, lo principal es la función del deseo del Otro como trascendente sobre la que se van a configurar el resto de los conceptos de falta, castración, falo, sentido y fantasma.
En efecto, Lacan nos señala que existe una elección forzada al lenguaje en dónde el sujeto se eclipsa bajo un significante S1, elección tras la cual el sujeto va a repetir una y otra vez, lo que podemos denominar el juego de la insignia o del S1. La repetición está en estrecha relación con el deseo del Otro, ante el cual nos ofrecemos como víctimas para colmar su falta, y haciéndolo instituimos nuestra propia falta, nos hacemos sujetos en falta. Con tal de darle una consistencia al Otro, ponemos en marcha el deseo, lo convocamos para sacrificarnos ante él, colmando la falta a través de un sentido, a saber, unos significantes que van a conformar nuestro propio fantasma Ante la pregunta de qué quiere el Otro de mi, se pone en marcha la dinámica del deseo para taponar la falta en el Otro, es decir pone en marcha la metonimia significante, las distintas insignias que van a dar sentido al deseo del Otro.Desde el comienzo de su enseñanza Lacan teorizó dos operaciones básicas: la alienación y la separación. En Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, el psicoanalista teoriza la alienación como la
captura del sujeto por el significante, también es la división del sujeto en la confrontación con el significante; mientras que la separación se refiere a la inscripción del deseo del Otro, operaciones ambas simultáneas. En efecto, entre S1-S2 el guión se refiere a la falta o intervalo entre los significantes. Lo que el Otro quiere es un enigma para el propio sujeto que se ofrece a ese deseo ocupando la falta. El lenguaje desea, y por tanto tiene una falta (la falta del Otro), el intervalo en el propio “decir” en donde el sujeto se va a alojar, siendo de ahora en más un sujeto deseante o en falta (-ϕ). Vemos que la falta es correlativa de dos términos: el sujeto y el significante, en donde todavía, aunque esté presente en la obra de Lacan, la pulsión tiene un segundo plano. El goce aparece arrebatado por el significante y definido por el término de alienación o podemos decir con Lacan “la bolsa o la vida”.
Así pues, en la dimensión de los registros podemos señalar que la falta es del orden imaginario- simbólico; la falta es la historia de cómo lo Simbólico capta a lo Imaginario para elevarlo al orden del significante. El registro de lo Real está presente siempre como excluido o como resto. Es precisamente con el nudo borromeo cómo Lacan establece o más bien incluye, otorgando la misma importancia al registro de lo Real. La alienación correspondería a la identificación o la relación entre S(/) y el I(A), un rasgo del Otro o una insignia, que pone en marcha la cadena significante S1-S2 y con ella el deseo. La verdad del deseo es la falta.La enseñanza de la falta que lleva aparejada la dinámica fálica es como podemos definir nuestro cotidiano. Vivimos en la carencia y hacemos de ella lo COMÚN DE LAS COSAS.
Lo común en la Grecia clásica: La pérdida o distancia
La tarea decisiva en el poema es precisamente "cómo puede tener lugar una presentación de lo ausente precisamente en su caracter de ausente o como puede hacerse aparecer eso que no aparece en absoluto". En la tésis titulada Problemas hermeneuticos en la Lectura de la Iliada, se pone de manifiesto en qué consiste lo común de las cosas", a saber, "lo común es el estatuto anterior a cualquier presencia determinada, de ahí que su comparecencia, a pesar de ser el único modo de reconocer y asumir lo "común", sea a la vez su pérdida"
[1] “Término que designa en Freud una operación que el niño imagina para explicar la ausencia de pene en la niña. De ahí, en e varón, el temor aguzado por las tensiones rivalizadoras de sufrir la misma operación. En Lacan, designa sobre todo una falta, un corte o una ruptura, que marca la imagen del cuerpo propio y que prohíbe al niño, varón o mujer, satisfacerse plenamente con su imagen. La pieza que falta, o que se señala en la imagen especular por su ausencia, es el falo como efecto de la metáfora paterna. Se trata de un corte imaginario, pero lo imaginario constituye aquí un fecto de la captura del sujeto en el orden simbólico”. Extraído del glosario de términos de Moustapha Sofouan del libro Los seminarios de Jacques Lacan 1953-1963, Paidós, Argentina, 2003, p. 241