"Lo óntico, en la función del inconsciente, es la ranura por donde ese algo, cuya aventura en nuestro campo parece tan corta, sale a la luz un instante, sólo un instante, porque el segundo tiempo, que es de cierre, da a esta captación un aspecto evanescente"... "El estatuto del inconsciente, que como les indico es tan frágil en el plano óntico, es ético. Freud, en su sed de verdad dice -Sea lo que sea, hay que ir a él -porque, en alguna parte, ese inconsciente, se muestra". (Seminario 11)
El síntoma corresponde al sujeto del enunciado, el sujeto del que se habla con el Otro, el de la falta; mejor dicho: el sujeto del que habla el Otro, del que siempre habla el Otro, el que tiene un síntoma (el síntoma que tiene es el Otro mismo que me hace síntoma porque habla de mi, al hablar de mi; solución: "si tú (A) eres el diablo yo (s(A)) no soy yo).
El decir relevante es el de aquél que describe la cosa dejando en lo oculto el dios y dejándolo en lo oculto lo cuida, deja que el dios se presente en la cosa no presentándose. Esto es el ser visionario, ver el dios en la descripción de la cosa. Esto es la reminiscencia platónica, el hablar recordando (al dios) al describir la cosa (o sea dejando al dios sin nombrar).
"Lo común", "un pueblo", es eso ontológico que se escurre o se substrae en la claridad del cuidado aparecer óntico. Si ahora pensamos el tema del lado del pensamiento de Deleuze, lo común, los dioses, que se cuida en la presencia de lo óntico es llamado: lo singular.
Como dice Rush Gonzalez, la repetición marca la singularidad de cada trazo, la repetición es intransferible, no sucede en dos ocasiones, no tiene equivalente, es, en suma, irrepetible. En la repetición se conjugan la vida y la muerte, la pérdida y la salvación, se conjugan la mutación y retención del ser. En el movimiento (repetición) se pone en marcha la mutación del ente... se desgasta la cosa... se conjugan la unidad y la transformación óntica. La repetición siempre es novedad.
Este dinamismo de la repetición (lo nuevo, lo singular, la diferencia) es la forma en que Deleuze trata lo que en Pardo-Ricoeur sería la mímesis o la metáfora viva. Deleuze habla del concepto vivo. Lo que anteriormente decíamos como la presencia (ausentándose) del dios en la cosa, lo ontológico en lo óntico (como diferencia-distancia) es lo que Deleuze plantea como singularidad o concepto. La singularidad pertenecerá al campo de la ontología transcendental que siguiendo a Kant llama problemática. El problema sería la forma lógica del concepto y como singularidad correspondería al campo que llama empirismo transcendental.
La brecha (distancia) es la singularidad misma que se sostiene en el dinamismo de la repetición y tiene una categoría óntica.
Al comienzo dijimos que Lacan en el seminario once presenta lo óntico como la ranura por donde sale el inconsciente a la luz. Tenemos un óntico-ranura, un óntico-grieta y a través de la grieta se presenta el inconsciente-singularidad que podemos pensar como lo que se oculta a la cosa (los dioses).
Lo singular, la mímesis, lo óntico-ranura (objeto a). Tres maneras distintas de presentar la diferencia óntico-ontológica. Lo que nos interesa es poner a jugar las tres formas conservando a cada una de ellas en su lugar.
Ahora bien, al igual que decimos que lo singular de la repetición es lo óntico (la cosa), cuando de lo que se trata es de la diferencia esta no tiene estatuto óntico sino que es la forma común de los entes. Los entes tienen en común el ser diferentes y son diferentes debido a la diferencia. Aquí es donde podemos hablar de un pueblo (que no existe porque es la diferencia). Lo que sería equivalente al matema lacaniano de S(A/), el Otro que no existe.
Dice Rush Gonzalez que para Deleuze la diferencia no existe como cosa, más bien subsiste en el orden de lo real, no es un ente, mas queda plasmada en el proceso mismo de las transformaciones del ente... los entes tienen en común ser diferentes; la manera de hacerse diferentes entre sí y consigo mismos es precisamente por la diferencia. La diferencia se encuentra esparcida por todo el ser, modulando sus múltiples transformaciones. El ser es uno pero sus diferencias individuantes son múltiples. Cada ente es diferente, es singular y además se encuentra en proceso de devenir, es irrepetible respecto a sí mismo y respecto a los demás, cada ente es una diferencia. Es la diferencia quien tiende los lazos implicadores de lo diferente. "Esto significa tan sólo que la diferencia está esencialmente implicada, que el ser de la diferencia es la implicación" (Deleuze. Dif. y Rep.) "Lo diferente se relaciona con lo diferente por medio de la diferencia misma".
La grieta entre el objeto a (ranura óntica) y el Otro que no existe S(A/) vibra con la grieta entre lo singular y La diferencia, así como con la grieta entre lo óntico y lo ontológico (mímesis).